Se estaba muriendo. Su iris en el reflejo del sol. Se moría como yo, todo el tiempo. Dejaba la baba impresa en el asfalto. Se iba con el aire, con el humo. En la música de los estereos, en la visión de la morbosa muchedumbre que miraba sus tripas espantada.Debería haber escuchado a su madre cuando le gritaba que no compre aquella moto.
Pero las catorce horas. en la fábrica le eran tan pesadas, tanto como el colectivo que aplastó su vida.
Se estaba muriendo. Su iris en el marco de la ventana. Se moría como yo, todo el tiempo. Sesos que contrastaban en las grises baldosas. Se iba con el viento, con las nubes, con el estruendo del disparo resonando en la nada. Se alejaba en la sábana blanca que usaron para tapar su envase de carne, ya sin contenido.
No hubiese aceptado jamás esa puta seca de porro a los diecisiete años. Y nunca llegarían las manijas del haberse permitido tanto pipazos de pasta base, la necesidad de la próxima dosis, los choreos y la bala que le atravesó el ojo derecho y lo despojó de su existencia condenándolo a un eterno recuerdo equívoco.
Se estaba muriendo. Su iris bordeando el filo de la mesa de luz. Se moría como yo, todo el tiempo. Partía en el rojo de las luces. En la voz rugosa sonando en la cantora. Se rajaba al abismo con los gritos desesperados de la prostituta que intentaba sacarse de encima su cuerpo excedido de peso.
Tendría que haberle hecho caso al cardiólogo. Su corazón no daba para ni medio comprimido de viagra, mucho menos esas cuatros botellas de cristal que todavía seguían frías y empañadas en el suelo alfombrado.
:::Tripacio El Proxetetta:::